Introducción

Imaginemos que un día encontramos un extraño artilugio de difícil identificación. Lo llevamos a algún experto y dice que se trata de un objeto de la antigüedad de una civilización de la que no sabemos nada, quizá sólo la época de la que procede por dataciones de Carbono 14 (cosa que no se puede hacer con todos los materiales).

Poco después, cerca del anterior, hallamos otro objeto totalmente distinto pero que proviene de la misma época y con toda seguridad, de la misma y desconocida civilización.

A partir de ahí, un grupo de personas se encargarán de recopilar todos los datos posibles, en la mayor parte de los casos con difícil conexión entre unos y otros, para intentar explicar cómo era esa civilización, cómo vivían, cuales eran sus ritos y para qué servían los objetos encontrados.

Hasta ahí es más o menos lo que se entiende que hacen los arqueólogos. Cuantos más datos recopilan y más objetos tienen, se supone que más aciertan en todo lo tocante a esa civilización.

Pero pongámonos en el caso de un arqueólogo. Y para rizar el rizo, hagamos que ese arqueólogo nazca en el año 30.000 de nuestra era. Un tiempo suficiente como para que los vestigios de nuestra cultura hayan desaparecido. Construcciones, libros, coches, ordenadores, IBEX 35… nada quedará de ello. Tras una estrepitosa caída de nuestra civilización, la humanidad tiene que comenzar de nuevo, aprender lo que nosotros sabemos, fabricar lo que nosotros tenemos… en fin, mucho tiempo y trabajo.

Y sigamos imaginando que un arqueólogo de esa época (imagino que algo mejor que ésta, quiero creer que la humanidad aún puede aprender cosas) se encuentra con objetos que para nosotros son de uso común. Un día se encuentran el teclado de un ordenador (ellos han dado el salto y manejan las máquinas con voz directamente), o una televisión (han inventado los hologramas con una insospechada rapidez), o un simple enchufe (ellos sacan la electricidad directamente de las nubes mediante métodos que ahora somos incapaces de sospechar). Bueno, los encuentran y ¿qué explicación les dan? 

Su concepción de la vida y las bases de su cultura son totalmente distintas a las nuestras. Evidentemente piensan que nosotros éramos primitivos, con una tecnología básica ya que no quedan casi vestigios ni pistas que demuestren (que les demuestren) lo contrario, y devotamente sumisos de divinidades primitivas deducidas por un par de cosas que han logrado salvarse. Jamás podrían sospechar que un trozo de metal cilíndrico y rayado dentro de una caja es un soporte digital con mucha información dentro (un disco duro, vamos) y no sería extraño que lo catalogaran como un objeto ritual… o un arma arrojadiza.

Pues eso es lo que muchas veces hacemos nosotros. Encontramos dos piedras y las calificamos como útiles para tallar porque se trataba de una cultura muy primitiva. Tan primitiva que también hicieron una de las mayores obras de arte de la humanidad:  la galería de Altamira.

O imaginamos que construyeron enormes moles de piedra para enterrar a sus dirigentes haciendo unas inexplicables rampas (tan laboriosas como la propia construcción) con herramientas de estaño y olvidamos que dentro de algunas de esas tumbas se han encontrado lentes de cristal tallado y fuera de ellas enormes estatuas de diorita imposibles de tallar sin usar puntas de diamante.

Pero nos quedamos muchas veces con la explicación más plausible y que más encaje con la idea que tenemos de cómo debían ser las cosas en esa época. Somos así.

Esto no es un alegato contra los arqueólogos. La mayoría hacen lo que pueden y muchos, lo que les dejan. Es una descripción del género humano. Medimos el sol en base al diámetro de nuestro ombligo.

Pero ahora mismo, pretender otra cosa sería pedir peras al olmo.

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